Invenciones checas ayudan tanto en la medicina como en la cocina

Invenciones checas ayudan tanto en la medicina como en la cocina

Invenciones checas ayudan tanto en la medicina como en la cocina
El estado checoslovaco estaba totalmente cerrado a lo largo de décadas. Primero la ocupación nazi, después la dictadura comunista. El contacto con el exterior era mínimo; de este modo, la vida en el país totalmente aislado se ha transformado en una eterna improvisación. La gente tenía que hacer colas para comprar alimentos en las tiendas, conseguir algo tan exótico como el horno para asar resultaba muy difícil. Los checos ingeniosos inventaron una olla – horno, así como el modo de fabricar lentes de contacto en casa. También en la era de coronavirus, los checos supieron arreglárselas y sus ideas originales resultaron útiles y se aplican en el mundo entero.

Sorpresa navideña

En los años 50, el químico Otto Wichterle se dedicaba a investigar materiales que podían ser utilizados para fabricar lentes de contacto. Los lentes que existían en ese tiempo irritaban demasiado los ojos y no eran cómodos para el usuario. Su colaborador, Drahoslav Lím, diseñó un gel moldeable y perfectamente hidroabsorbente. Wichterle estaba convencido de que este material muy pronto se utilizaría para fabricar lentes de contacto suaves, no obstante el Ministerio de Salud detuvo la investigación, la cual, supuestamente, era poco efectiva. Wichterle, sin embargo, no vaciló y en 1961, en ocasión de fiestas navideñas, estaba en casa con su familia y se le ocurrió utilizar un juego modular de construcción. Construyó una máquina de lentes utilizando varias piezas de chapa, entonces fabricó los primeros cuatro lentes. Enseguida se dio cuenta de que había acertado. El interés por sus lentes cada vez más perfectos iba creciendo, en 1963 la invención fue patentada. Dos años después, la Academia de Ciencias de Checoslovaquia firmó el contrato sobre la licencia con la empresa americana National Patent Development Corporation.

Tarta hecha en una olla

El aferramiento le ayudó mucho también al electrotécnico Oldřich Homut. A principios de los años 50 partió a Suecia donde le llamó la atención una olla eléctrica que servía para preparar sopa o carne. Cuando regresó a Checoslovaquia, se puso a inventar de qué modo podría perfeccionar este útil práctico. Homuta en 1957 presentó el primer prototipo de la tal Remoska. Es un pequeño horno portátil con tapa. El calor funciona de arriba y por los lados, gracias a ello la comida no se pega.  Amas de casa de toda la Checoslovaquia compraban este útil para la cocina. Cuando se iban con familia a su casa de verano, podían no solo preparar un plato fuerte sino también una tarta en esta olla eléctrica. Después que se abrieron las fronteras de Checoslovaquia, en el año 1989, la Remoska se comenzó a vender también en el extranjero. En 2001, el príncipe Charles la recibió como regalo en ocasión de su cumpleaños. Esta olla práctica está en 5 millones de hogares en el mundo entero. En el Museo Técnico Nacional  en Praga puedes ver no solo Remoska sino también la máquina de lentes de contacto de Otto Wichtterle, así como una serie de otras obras de inventores checos.

Récord mundial

La tradición de la afición checa al bricolaje sirvió de ayuda también en la época de la crisis de coronavirus. El emprendedor Josef Průša inventó la máscara protectora para personal sanitario y cuidadores de personas. Desde niño se interesaba por todo tipo de invenciones.  Durante sus estudios en la Universidad de Economía, centraba su atención en el sector de impresión 3D. Sabía muy bien que se trata de un sector progresivo que podría ganar muchos simpatizantes en Chequia, no obstante las impresoras de aquel entonces eran demasiado grandes y sus precios inasequibles para la población. Průša desarrolló un modelo más pequeño, más barato, y muy pronto tenía miles de clientes en toda la república y también en el extranjero. En el año 2012 abrió su empresa denominada Prusa Research a.s. Seis años después, la empresa fue declarada la empresa tecnológica que más rápido se ha desarrollado en Europa Central. Siete años después, este empresario de éxito abrió una “granja” de impresión en Praga con mil máquinas impresoras trabajando simultáneamente. Gracias a ello, el empresario consta inscrito en el Libro de los Récords de Guiness. Desde el inicio de la crisis de coronavirus, en la primavera del año 2020, Průša y su equipo pusieron manos a la obra.  Průša entendió inmediatamente que el personal de hospitales necesita la mejor protección práctica y diseñó una máscara plástica que se puede fabricar con una impresora 3D. Průša publicó en internet la instrucción respectiva y 250 mil aficionados del mundo entero la descargaron gratis. Gracias a esta instrucción pueden imprimir máscaras protectoras para el personal sanitario. En casi tres meses, el equipo de Průša llegó a fabricar 160 mil máscaras y las donó al personal sanitario en hospitales y servicios sociales.

Una botella inhabitual

No solo empresas producen ideas geniales. Los expertos universitarios también ofrecen ayuda en la época de la pandemia. Vojtěch Petráček, físico nuclear checo y rector de la Universidad Técnica Checa, a mediados de marzo publicó un video en el que mostró cómo se puede fabricar una máscara protectora de una simple botella plástica. Muy pronto, junto a sus colegas, inventaron un modelo más sofisticado. La parte principal está hecha de una máscara de snorkel a la que se une un filtro. La ventaja de esto consiste en que esta protección cubre toda la cara y es efectiva al 99 por cientos. El equipo universitario de Vojtěch Petráček también ha diseñado el ventilador pulmonar CoroVent y facilitó una licencia temporal gratuita para que toda persona o empresa, en Chequia y en el extranjero, pueda fabricar este equipo. Las propiedades de este equipo son similares a las del ventilador que se usa en hospitales. Solo el manejo es más simple. Los especialistas en maquinaria de la Universidad Técnica en Liberec también buscaban algo más simple al presentar su producto – manillas fabricadas en impresoras 3D. Con este medio auxiliar, los trabajadores en hospitales pueden abrir puertas no con la mano sino con el codo disminuyendo así el riesgo potencial de propagación de la infección.